Columna invitada

“Porque aún es tiempo”

Por Rigoberto García Soto

Es evidente que la ubicación y dispersión de las comunidades pesqueras por ambos litorales de nuestro país, constituye un factor estratégico en las rutas de trasiego, circunstancia que aunada a las marcadas carencias que padecen quienes residen en ellas, abonan a que intereses ajenos al sector de la pesca se hayan posado sobre esta actividad que, por su parte, parecería haber registrado en la última década un incremento más o menos general en los precios de sus productos, acentuado en aquellos de interés para los mercados internacionales.

Ante el vacío de poder que genera el abandono a su suerte de la pesca y los pescadores por parte del Estado mexicano, el cual —solo en lo que hace a esta actividad— inicia con la falta de ordenación de las pesquerías y prosigue con la omisión de vigilar, inspeccionar y aplicar la ley en torno a lo que ocurre en esta actividad, pasando por la cancelación de incentivos orientados a incrementar la productividad y crear mejores condiciones para su práctica sostenible; la delincuencia y, especialmente, la que se encuentra vinculada al fenómeno del crimen organizado, está ocupando cada vez mayores espacios en distintas etapas de esta milenaria actividad.

Aunque no han sido pocas las alertas que en este sentido han formulado diversos actores y organizaciones en el pasado reciente, parecería que transcurren inadvertidas para las instituciones del Estado, y la problemática como suele ocurrir con lo que no se atiende, continúa escalando.

En no pocas zonas los pescadores se ven obligados a pagar “derecho de piso” ante la extorsión de la que son objeto para operar y este flagelo continúa su expansión por las comunidades pesqueras asentadas en ambos litorales, desde Baja California hasta Chiapas por el Océano Pacífico y desde Tamaulipas hasta Yucatán por el Golfo de México y de ahí a Quintana Roo por el Caribe mexicano.

En la región pacífico norte, joya de la corona de la pesca artesanal en nuestro país, en plena temporada langostera los pescadores y sus organizaciones son coaccionados al pago de cuotas para poder transitar con sus productos hasta Ensenada, Baja California. En distintos puntos de Baja California Sur, tales como la imponente Bahía Magdalena, pescadores entregan por fuerza su pesca a la delincuencia, única a la que pueden venderle y de la que se ven obligados a avituallarse. Semejante situación se repite en otras tantas regiones y localidades.

Al igual que los recientes embargos internacionales a la exportación de algunos productos pesqueros mexicanos y otros tantos problemas que vienen detonando en el sector, el tema que ahora nos ocupa requiere la atención impostergable del gobierno y de sus instituciones.

Aun en este contexto, me parece que la pretendida transferencia de la inspección y vigilancia pesquera de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural a la Secretaría de Marina y su Armada de México, vía la iniciativa de reformas a la Ley General de Pesca y Acuacultura Sustentables, pendiente de atender en el Congreso de la Unión, no sería la mejor alternativa, como sí podría llegar a serlo la intervención coordinada de las diversas instituciones del Estado en sus tres niveles de gobierno, competentes para conocer y resolver las distintas aristas del asunto, el urgente fortalecimiento de las dependencias relevantes, y la colaboración de las organizaciones del sector y de la sociedad civil interesadas.

En ese ánimo, es nuestra tarea el visibilizar a los pescadores y lo que ocurre en torno a sus comunidades; el abrirle espacios a la pesca ante la opinión pública, en donde si bien se le señalen los desafíos que enfrenta en materia de responsabilidad ambiental y con las especies y el ecosistema, también se le reconozca sin regateos su contribución a la seguridad alimentaria y el pilar que aún constituye en no pocas economías locales como fuente —a veces única— de empleos y de ingresos, así sean en algunos casos de mera subsistencia, porque no ha sido capaz el Estado de generar las condiciones para que se establezcan otras opciones.

Aún es tiempo.


Deja un comentario